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miércoles, 9 de abril de 2008

Nuestro Patrón

María en la vida de San Antonio Maria Claret


Pío XII, al descubrir los contrastes y las armonías de la personalidad humana y vocacional de San Antonio María claret concluía diciendo: “Y, entre tantas maravillas, como luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios”. Por su parte el Santo, al final de su vida, al intentar decir lo que María había sido y era para él escribió: “Mi todo después de Jesús.”.

Claret entendió y experimentó siempre el misterio de María en el misterio de Cristo y en tres dimensiones fundamentales: como Madre del hijo y del discípulo amado; como mujer triunfadora de la serpiente, en el hijo; y como persona-corazón de la alianza.
El Padre Claret escribió mucho sobre María, pero siempre dentro se su intencionalidad bien definida y de su modo de escribir. Él, ante todo, fue predicador, proclamador de la Palabra. Si escribía, lo hacía para prolongar y perpetuar la predicación. Predicaba para el pueblo no evangelizado y escribía como si hablara a este mismo pueblo. Escribía como misionero, porque como misionero predicaba.

Dentro los escritos marianos del santo podríamos distinguir dos grandes grupos: unos son catequísticos y otros devocionales, orientados a fomentar la piedad mariana, a iluminarla por medio de la fe y a hacerla compromiso activo por medio de la caridad.

El Padre Claret, hombre de la Iglesia y del pueblo, populariza en sus escritos la imagen de María que se había ido dibujando en su corazón a lo largo de sus experiencias marianas, que responden siempre a situaciones del pueblo de Dios.

El santo nos ha dejado una breve definición de la verdadera devoción, que difundió después en muchos de sus escritos: “La verdadera devoción a la virgen Madre de Dios consiste en abstenerse de todo pecado, imitar sus virtudes, tributarle algunos obsequios, frecuentar los santos sacramentos, y en hacer bien, con agrado y perseverancia, las devociones y demás cosas de su servicio”.

La devoción se concretiza en devociones y prácticas espirituales. El santo sugiere las siguientes para todos los fieles: “Por este motivo debes encomendarte bien todos los días a María Santísima y tributarle algunos obsequios, como son rezarle con devoción el santo rosario y hacerle alguna novena y algún ayuno, si la salud y el trabajo te lo permiten…; sobre todo procura imitar sus virtudes, la humildad, la mansedumbre, la pureza y el amor que ella tuvo a Dios y al prójimo.”

(Tomado de José María Viñas, cmf, Escritos marianos).





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