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miércoles, 16 de abril de 2008

Esperanza

Llamados a dar razones de nuestra esperanza

Por Juan Carlos Acosta Peláez.
Seminarista Claretiano (La Habana, Cuba).

Ante nuestra mirada se dibuja un mundo cada día más secularizado, en el que las verdades que presenta la voz de la Iglesia nadan a contracorriente. La post-modernidad va modelando una cultura caracterizada por el imperio de lo light, el individualismo, el afán de tener, la vivencia de la inmediatez, la indiferencia, la falta de horizontes; el hombre no ve satisfechas sus necesidades más profundas de autorrealización y se padecen las consecuencias del sinsentido de la vida, de la frustración general.

La propuesta del hombre de fe es hoy abiertamente contracultural, y por eso tiene mucho que decir y que hacer a favor de la humanidad. Estos tiempos difíciles se erigen en reto insoslayable para el cristiano que vive su fe en un mundo que indirectamente, aunque a primera vista no lo parezca, le exige respuestas, que le reclama le muestre de manera convincente “las razones de su esperanza”. Es momento propicio de adoptar esta exhortación de San Pedro, totalmente válida y necesaria para estos tiempos; el cristiano está moralmente obligado a no permanecer en silencio ante un contexto que, aunque parezca paradójico, da signos de una ineludible sed de Dios. Esto nos coloca a todos ante la gran responsabilidad de la formación, de una preparación que nos haga competentes, que haga creíbles nuestras “razones”, por supuesto acompañadas del testimonio de vida.

Respondiendo a esta necesidad, la Iglesia cubana desde hace aproximadamente 40 años materializó un proyecto que hoy se impone como una sólida realidad: el Instituto de Ciencias Teológicas María Reina, auspiciado por la Conferencia Cubana de Religiosos (CONCUR) y afiliado a la Universidad Iberoamericana. De martes a viernes nos damos cita en el Instituto jóvenes formandos de diferentes congregaciones religiosas presentes en el país, acompañados también por algunos laicos, con el objetivo de profundizar en nuestra formación teológica, en busca de la competencia necesaria para poder brindar al pueblo las luces de esperanza que hoy está demandando. El sueño del María Reina se hace posible gracias al trabajo conjunto del claustro de profesores, de los estudiantes, del personal de servicio. Entre todos hacemos del Instituto una gran familia donde, al tiempo que se hace ciencia, se fraguan fuertes lazos de fraternidad, pues, además de la formación académica, aspiramos a la formación humana y cristiana de los que día a día allí convivimos: tratamos de ofrecer una alternativa de vida al mundo actual.

Es necesario que proliferen hoy en nuestra Iglesia proyectos como éste, para que, ante la realidad en la que hoy vive inmersa la humanidad, cada cristiano alce su voz y sea capaz de decir una palabra certera, precisa, correcta, eficaz, que haga renacer la ilusión de que la vida puede ser mejor, que abra horizontes de esperanza.

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